Tarde en el acuario

Tarde en el acuario

Nono Granero (texto) y Carmen F. Agudo (ilustraciones): Tarde en el acuario, 2019. Pontevedra: Kalandraka, 48 pp.

Poesía por fin de vuelta entre mis manos, que hacía tiempo que no me dejaba caer por estos renglones irregulares. Poesía bañada por el maravilloso humor de Nono Granero y las acuarelas de Carmen F. Agudo; un excelente dueto que fue finalista del Premio Internacional Ciudad de Orihuela 2017 y que Kalandraka edita en un formato íntimo y manejable por manos menudas.

La obra nos sitúa en una visita a un acuario especial, lleno de magia y de vida, y arranca con «Consejos para la visita», donde el escritor sienta las bases de la actitud que espera de nosotros y de las conversaciones que viene a proponernos. Además, la ilustración que acompaña en el verso a estas recomendaciones deja claro que Aguado está en el ajo y que viene a jugar y a reírse con nosotros. Entramos, pues.

No traigan cañas, anzuelos, sedales

ni buques balleneros escondidos

(pueden depositar objetos tales

en la consigna que hay en el vestíbulo).

Tarde en el acuario juega con el lenguaje y con el formato, haciendo guiños continuos al lector tanto en el continente como en el contenido. Un caligrama en forma de banco de boquerones, con una intrusa que hay que localizar. Un poema a medias, donde hay que echarle ingenio para imaginarse las rimas, porque el submarinista atrevido que lo protagoniza se puso al alcance del pez espada y del pez sierra que pretendía observar. Textos que van y vienen, boca arriba y boca abajo, para contarnos el recorrido de los salmones a favor y en contra de la corriente. ¡Cómo se lo pasan estos peces!

Resulta maravilloso el despliegue de conocimientos acuáticos que las páginas ofrecen al lector (muy valorado, de hecho, en alguna entrevista a los susodichos). Pero más fascinante es aún el sentido del humor con el que nos habla Granero, los juegos lingüísticos que realiza, las situaciones disparatadas y, a la par, tremendamente lógicas dentro del entorno en el que nos zambulle. Cantidad de criaturas tienen cabida en esta danza poética, y así es como se organizan los capítulos que guían el recorrido: «De los océanos», «De los mares interiores», «De los mares muertos», «De aguas frías», «De los ríos», «Abisales», «Vecinos de las orillas», y «Domésticos». Todo ello, cerrado con una «Despedida del acuario» que cierra con broche de oro lo que había comenzado con el aviso a navegantes.

Imagen y texto nos muestran un mundo en el que perdernos y echar horas y horas arrugándonos como quien disfruta de un buen chapuzón en la bañera de casa. Se generan espacios de investigación y descubrimiento, momentos de ternura y cercanía, e incluso hay lugar para la crítica y la reivindicación ecologista, a través de los versos de «Implacable y sigilosa» dedicada a la bolsa de plástico, triste pobladora de mares y océanos.

Querría poder reproducir aquí todos los poemas para que puedan disfrutarlos. Por suerte, para eso tenemos lugares tan fabulosos como librerías y bibliotecas. De momento, para abrir boca y convencer a algún lector aún despistado, les leo uno de mis favoritos, «El gallopedro se conoce a sí mismo».

Lo intenta, lo intonta, lo intanta

(yo diría que hasta lo intunta).

Pero, aunque los labios junta,

no le suena la garganta.



Lo intantu, lo intento, lo intinta

(yo diría que hasta lo intanta).

Pero, frente al sol, no canta

ni aunque haya de sudar tinta.



Lo intunte, lo intanta, lo intinto

(yo diría que hasta lo intenta).

Hasta que al fin se da cuenta:

él es un gallo… distinto.