Leo y el rescate de los libros vacíos

María Toledo Lavín: Leo y el rescate de los libros vacíos. Sevilla: Renacimiento (Espuela de Plata), 2020. 62 pp.

Es una magnífica noticia que se publique teatro infantil. Esta obra, ganadora del XXV Certamen de Letras Hispánicas Rafael de Cózar, se presenta lista para ser representada, y ojalá se pueda ver pronto en muchos escenarios.

Leo, un chaval fascinado por la lectura, como no puede ser menos por su nombre, encuentra que ha sucedido algo terrible: su magnífica biblioteca se está borrando. Así, tal cual, sin aviso ni explicación lógica posible: las páginas se están quedando en blanco. Con ayuda de un calcetín desparejado (contrapunto divertidísimo), Leo descubrirá que el problema es bastante serio: los personajes de los libros están dejando de vivir aventuras porque están enganchados a las pantallas.

Rompiendo la cuarta pared para sumar al público a su aventura, Leo visitará los mundos de sus historias favoritas para convencer a sus personajes, y acabará enfrentándose al malvado Míster E.

Con esta historia lineal, se plantea a los lectores-espectadores un tema muy real: ¿qué está pasando con el ocio infantil? La escena 8, que nos ha encantado, muestra la complejidad de esta situación, y la indeseabilidad de provocar un enfrentamiento de lectura versus pantallas. Como ridiculizó Pennac en Como una novela, o como explica Rodari en sus «Nueve formas de enseñar a los niños a odiar la lectura», plantear la lectura como una alternativa a la pantalla sería errar el tino. «¿Acaso no pasas las tardes solo leyendo?», le acusa Míster E. a Leo en un momento dado; «Somos más parecidos de lo que piensas». También Leo tiene que aprender a ser agente en su propia vida, a no dejarla pasar desde la inacción como un mero consumidor o lector o espectador.

La obra tiene también números musicales (qué pena que no se den indicaciones melódicas y escénicas para estas partes), así como uso de títeres para algunos personajes, lo que convertirá la representación en una experiencia divertida y amena.

Solo queremos tirarle de las orejas a la editorial por el descuido en la revisión ortotipográfica de algunas páginas. No para desalentarles, sino para animarles a seguir editando teatro como este y poniendo en nuestras manos guiones dramáticos que merecerá la pena ver en las tablas.