Mi hermano se llama Jessica

John Boyne, Mi hermano se llama Jessica. Barcelona: Salamandra, 2022, 192 páginas

Hay realidades incómodas, difíciles de asimilar. La primera reacción, probablemente la más básica, es la de negación, negar la existencia de algo que nos produce daño es uno de los mecanismos de autodefensa más habituales. Pero eso no hace que desaparezca.

Esto es lo que le ocurre a la familia Waver: Jason hijo mayor, acaba de confesarles que en realidad se identifica como una chica. La reacción inicial es de sorpresa y espanto y, consecuentemente, de rechazo. Sam, el hijo pequeño que adora y siempre ha idolatrado a su hermano mayor no termina de entender bien qué es lo que quiere decir su hermano, pero aun así, tampoco lo acepta. A partir de ahí sus vidas dan un tremendo giro, no solo la de Jason, sino también la de sus padres y hermano: su madre, una importante política, verá afectada su carrera y sus pretensiones de promoción a un importante cargo y Sam no lo tendrá más fácil en el colegio, donde será objeto de burlas constantes y comentarios hirientes a costa de su querido hermano. No es de extrañar que se empeñen en hacer como que no es verdad el gran secreto que les acaba de revelar Jason: fingir que es una simple broma pesada es menos costoso que aceptarla como cierta. Y, claro está, su empeño solo lo hace más difícil, especialmente para Jason.

En una situación tan difícil como es nacer en el cuerpo equivocado, las dudas, los prejuicios y sobre todo el desconocimiento se hacen patentes. Por supuesto que Jason, que es el que está atravesando una situación tan compleja, es quien más sufre, es el primero que quiere respuestas, que necesita respuestas que además no son fáciles de encontrar en una sociedad cada vez más intolerante y retrógrada. El apoyo de la familia es fundamental, pero también es complicado para ellos, que se debaten entre aceptar una situación que no entienden y ver a su hijo sufrir por algo que no es. Ellos creen que sufrirá si se «convierte» en una chica, cuando, irónicamente, es en su situación actual, siendo un chico, como sufre realmente.

Estos conflictos están muy bien recogidos por Boyne: la evolución de los personajes y de sus sentimientos con respecto a Jason (Jessica) resulta muy natural y el lector participa en ese proceso, es testigo del cambio y empatiza con todos ellos ya que comprende, casi al mismo tiempo que los propios personajes, que su reacción inicial no radicaba en la intolerancia sino en el miedo, miedo al sufrimiento de su hijo.

La historia está narrada a través del hermano pequeño. La mezcla de ingenuidad, desconocimiento y amor incondicional a su hermano mayor aporta la dosis de inocencia, empatía y los toques de humor necesarios para contrarrestar una situación que, de otro modo, resultaría (resulta) muy dramática. Así, Mi hermana se llama Jessica es un relato absolutamente conmovedor sin caer en sentimentalismos fáciles que se hace necesario ya que ahonda en algunos de los sentimientos más universales: el amor, el miedo, la incomprensión y la necesidad de sentirse querido y de aceptarse por como uno realmente es, sin importar el qué dirán.